Rubén Blanco: arte, memoria y humor en pinceles y crayones

Desde los primeros trazos de su infancia en Maracaibo hasta su vida marcada por la migración, Rubén Blanco ha hecho del arte un refugio y una forma de memoria. Entre caricaturas y óleos, su obra se convierte en testimonio de identidad y legado cultural.
Hay quienes logran unir dos mundos aparentemente distantes: el de los números y las pólizas con el de los colores y las emociones. Rubén Blanco es uno de ellos. Durante años ejerció como Técnico Superior en Seguros Mercantiles y como Gerente de la Superintendencia de Seguros en Venezuela. Pero mientras su vida transcurría entre cifras, contratos y la responsabilidad de resguardar la seguridad de otros, cultivaba en silencio una herencia distinta: el arte, pasión temprana que descubrió en su infancia y que, con el tiempo, se convirtió en raíz y refugio.
Las raíces del arte
“Mi pasión por las Bellas Artes comenzó desde niño. Nací con esa inquietud y pasión por dibujar, colorear, buscar imágenes y crear con la mente lo que luego me gustaba plasmar en el papel”, recuerda Blanco.
Su madre, Olga Valles de Blanco, fue la primera en reconocer su talento pictórico. A los diez años ingresó al Círculo Artístico del Zulia, cerca de la Basílica de Maracaibo, un espacio que le permitió dar forma a las imágenes que lo habitaban.
“Mis primeros trazos fueron las imágenes que presentaban en un programa de televisión en blanco y negro de Walt Disney. Así comenzó mi inquietud infantil por pintar”, relata el caricaturista con nostalgia.

De pólizas a pinceles
Aunque la vida lo condujo a una sólida carrera en el mundo de los seguros, el artista plástico nunca abandonó sus lápices, pinceles y óleos. Para él, la creación es un impulso natural:
“Lo que inspira a crear es algo innato en el ser humano. Puedes tener una idea antes de empezar, pero a medida que haces trazos, la obra va cambiando. La inspiración exacta llega cuando uno está trabajando”, aseguró el pintor.
Con los años aprendió a distinguir entre la rapidez de la caricatura —hecha con lápices, crayones o marcadores— y la paciencia de la pintura al óleo, que exige reflexión y tiempo. Ambas técnicas le han servido como puente para conectar con otros y como refugio en momentos difíciles.
“El arte en mi vida —afirma— ha sido como un compañero que me apoya y me da satisfacciones. Me dignifica, me vivifica, me hace sentir autosuficiente y me devuelve alegrías.”
Maracaibo y sus personajes como inspiración
En sus caricaturas y pinturas, Blanco plasma no solo un estilo personal, sino también la historia de su ciudad, de su gente, de su cultura y de una época que lo marcó profundamente.
Con frecuencia vuelve a pintar escenas del Maracaibo antiguo: tranvías que recorren sus calles, hombres vestidos con liquiliqui, mujeres elegantes bajo sombrillas pequeñas, casas con techos altos..
“Me voy a los años treinta —explica— y pinto ese Maracaibo que permanece vivo en mi recuerdo”.

Una vuelta por Argentina y su regreso a Venezuela
La vida de Rubén Blanco también ha estado marcada por la migración. Hace algunos años, frente a la difícil situación del país y tras un apagón que se prolongó cerca de una semana, una de sus hijas lo invitó a radicarse en Argentina.
“Mi hija Paola, que siempre está pendiente de mí, me dijo que me fuera, ya ella tenía todo listo. Para mí fue fatal porque tuve que salir de tantas pertenencias que tenía. Yo pensé que nunca más iba a regresar”, recuerda el artista plástico.
Su estancia en el país del sur se prolongó por más de cuatro años. Allí, mientras buscaba adaptarse a un nuevo entorno, continuó pintando para sostenerse y dejar huella. Varias de sus obras aún cuelgan en las casas y restaurantes de amigos migrantes.
“Cuando decidí regresar a Venezuela se los hice saber a mis hijas y ellas me respondieron que estaba bien. En eso llegó la pandemia y tuve que permanecer en Buenos Aires un año más de lo previsto. Finalmente regresé a Maracaíbo, me volví a casar y aquí estoy”, dice con una sonrisa.
Poco después, sus hijos emprendieron su camino hacia el norte. Esa experiencia, aunque llena de nostalgia, también le permitió aprender de otras culturas y enriquecer su mirada sobre el mundo.

El arte como memoria y resistencia
El arte, para Blanco, ha sido mucho más que un oficio: ha sido refugio contra la adversidad, compañía fiel y medio de subsistencia. En cada obra se condensa la necesidad de preservar la memoria cultural y de encontrar belleza aun en medio de las dificultades.
Sus caricaturas y pinturas, pobladas de personajes entrañables y escenas cotidianas, se han convertido en ventanas hacia la identidad venezolana y en un legado que sigue multiplicándose.
Un legado en construcción
Hoy, con la madurez de los años, Blanco sigue pintando y dibujando. Sus obras son mucho más que piezas estéticas: son huellas de una vida, raíces que lo conectan con su infancia, su familia y su país. Al compartirlas, regala a otros la posibilidad de reencontrarse con lo más profundo: la belleza que sobrevive al tiempo.
Su historia es también la de muchos creadores que, lejos de abandonar sus pasiones, las convirtieron en semilla y legado. Su vida demuestra que el arte no es un pasatiempo: es memoria viva, raíz que se multiplica y futuro que se siembra en cada trazo.

Fotos crédito: Rubén Blanco/De mis colecciones
Siempre me deleito con los temas e histórias de los personages que publican. Gracias por crear contenidos como estos que de alguna manera conmueven nuestros corazones.