A 80 años de Hiroshima, Howard Kakita recuerda el horror de la bomba atómica y comparte su legado como hibakusha. Esta historia combina memoria, supervivencia y activismo por la paz.
Aquel día, el cielo se quebró. Un niño de apenas siete años, con una mirada tan limpia como los ríos de Hiroshima antes del fuego, fue empujado por una luz cegadora al suelo. El calor lo abrazó, y la radiación penetró su cuerpo sin piedad.
Observaba como la piel de quienes estaban cerca, colgaba como alas quemadas, mientras caminaban como sombras errantes. El aire olía a hierro y miedo, y todo se desvanecía en segundos.
Esa mañana, Howard y su hermano Kenny treparon al techo de la casa de sus abuelos para ver pasar los bombarderos B-29. Minutos después, la bomba lanzada por el Enola Gay estalló a apenas 1,3 kilómetros de ellos. Según Howard, lo que los protegió fue la firme decisión de su abuela, que los hizo bajar justo antes de la detonación.
“Nos llamó con firmeza y bajamos a regañadientes. Estábamos en el baño cuando explotó la bomba”, declaró Howard Kakita, sobreviviente de la bomba atómica de HiroshimaalDaily Mail .
Su abuela los tomó de las manos y corrieron hacia las montañas, espantados y escapando de lo desconocido, como si allí arriba estuviera la salvación de lo que ocurría.
Hoy, a más de ochenta años, sigue compartiendo su historia para recordar lo que nunca debe repetirse.
“Creo que todo esto es muy importante para nosotros. Aprender de la devastación causada por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, que mataron a más de un cuarto de millón de personas y dejaron a muchas más con cicatrices y heridas mentales y físicas que llevamos por el resto de nuestras vidas, para que esto no vuelva a ocurrir”, destacó Kakita en entrevista a France 24 Español.
Enfatizó que, aunque hayan pasado décadas, la lección de Hiroshima sigue vigente: un llamado a la paz y a la memoria para que tragedias así nunca se repitan.
El fuego no le robó la vida, pero le tatuó un idioma nuevo: el del testimonio.
Infancia marcada y reencuentro familiar
Nacido en 1938 en East Los Angeles, California, hijo de inmigrantes japoneses, Kakita se mudó con su familia a Japón en 1940. Sobrevivió a la bomba atómica de 1945 a menos de una milla del epicentro. Sufrió efectos de la radiación y desarrolló repulsión por alimentos con tonos rojos o rosados, que le recordaban el horror.
Poco después, su abuelo falleció por cáncer relacionado con la exposición. Otros miembros de la familia también sufrieron heridas graves o murieron posteriormente.
Mientras Howard y su hermano Kenny vivían en Japón, sus padres y hermano menor estaban internados en un campamento en Poston, Arizona. Pensaron que sus hijos habían muerto, hasta que la Cruz Roja estadounidense informó sobre su supervivencia. En 1948, la familia se reencontró.
Legado y activismo
Kakita estudió ingeniería en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) y obtuvo un máster en arquitectura de computadoras. Trabajó en Xerox hasta su jubilación en 2012.
Es miembro activo de la American Society of Hiroshima-Nagasaki A‑Bomb Survivors (ASA) en Los Ángeles, desde donde participa en actividades de divulgación y salud para otros hibakusha – sobrevivientes -.
A sus 82 años, ha ofrecido webinars, charlas y campañas sobre los efectos físicos y emocionales de las bombas, su legado y memoria histórica. Actualmente es líder de la Asociación de Americanos Sobrevivientes de la Bomba Atómica.
“Creo que todos debemos asumir la responsabilidad y detener la proliferación nuclear, evitando cualquier posibilidad de una guerra atómica. El deseo más grande de los hibakusha – sobrevivientes – es que ninguna otra persona tenga que ser llamada hibakusha jamás”. —Howard Kakita. A France24 Español.
Recordar para no repetir
Este año se cumplen 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. Escuchar a los sobrevivientes que aún pueden contar la historia viva es fundamental. Sus voces son un puente entre pasado y futuro y un recordatorio de que la memoria es una responsabilidad compartida.
Aunque los hechos hayan ocurrido hace décadas, su relevancia y lecciones siguen vigentes para nuestra sociedad: la historia de Hiroshima nos invita a reflexionar sobre la paz, la humanidad y la fragilidad de la vida.
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