De la nostalgia a la gloria: chefs latinoamericanos migrantes que conquistaron estrellas Michelin
Todos ellos demuestran que Latinoamérica no solo exporta talento: también invita al mundo entero a sentarse en sus propias mesas.

“Uno nunca cocina solo con las manos; siempre cocina con lo que recuerda, con lo que vivió, con los sabores de su infancia.” Esa frase resume el corazón de esta generación: cocinar para mantener viva su identidad, incluso lejos de casa. En palabras de Ricardo Chaneton: “La cocina es, para muchos, el idioma universal de la memoria.”
Para un grupo de chefs latinoamericanos, partir implicó llevar consigo más nostalgia que certezas. Pero lejos de su hogar, descubrieron que los fogones podían convertirse en refugio, escenario creativo e incluso plataforma para conquistar la Guía Michelin, el más riguroso termómetro de la excelencia culinaria.
El viaje de los sabores migrantes
El venezolano Ricardo Chaneton emigró de Caracas con la fuerza del deseo de aprender y superarse. Hoy brilla en Asia al frente de MONO, su restaurante en Hong Kong, donde fusiona técnicas francesas con los sabores de su infancia. Su logro: una estrella Michelin, la primera para un venezolano en ese continente.
“Aprecian el amargo del tostado del budare y yo me he dado cuenta de que es el finger print de la arepa”, dijo en una entrevista al portal Bienmesabe, al hablar de sus comensales hongkoneses .
Mientras tanto, Tatiana Mora y Miguel Guerra, ambos también de Venezuela, encontraron en Washington D.C. el espacio ideal para crear MITA, un restaurante de cocina latinoamericana totalmente vegetal. Alcanzaron una estrella Michelin apenas once meses después de su apertura.
“En Estados Unidos nada es orgánico. Hay que echarle pichón. Nada es de la noche a la mañana”, confesó Mora a El País de España.
Su propuesta parte del respeto por los vegetales y revive la memoria cultural con platos como arepas reinventadas y un crudo de sandía inspirado en rituales andinos.

Desde Colombia, Edwin Rodríguez emigró a España con la convicción de tender puentes con su gastronomía. En Madrid fundó Quimbaya, el primer restaurante colombiano en recibir una estrella Michelin en Europa. Cada creación es una carta de amor a su país, reinterpretada para un público global.
“En esa época, ser colombiano tenía un estigma muy grande. Para mí, poder integrarme era tener su acento, adoptar sus maneras”, recordó Roddríguez en una entrevista a un medio español.
Por su parte, Paulo Airaudo, de Argentina se suma las voces destacadas, lidera Amelia en San Sebastián con dos estrellas, además suma proyectos en Hong Kong y Ginebra. Igualmente, Mauricio Giovanini, en Marbella, ha llevado su creatividad hasta Messina, reconocido con una estrella Michelin. Dos ejemplos de cómo la melancolía puede transformarse en excelencia culinaria.
Lo que une a estos chefs no son solo las estrellas: es su capacidad de convertir despedidas en oportunidades. Migrar significó empezar de nuevo, enfrentar barreras culturales y reinventarse en mercados desconocidos. Pero también fue el impulso que los llevó a innovar, mantener viva la memoria y mostrar al mundo que la cocina latinoamericana tiene un lugar en cualquier mesa.
